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vino y dulces

Vino y golosinas, ¡definitivamente sí!

Explosión de color, texturas y sensaciones: pocas cosas remiten tanto a la infancia como las golosinas. No hay razón para privarse de este paraíso dulce y redescubrirlo en su combinación con diferentes vinos. Las opciones se multiplican y son la excusa para crear nuevos momentos de placer.

 ¿Por dónde empezar?

“Si nacieron juntos, van bien juntos” dicta una de las reglas de oro del maridaje. Se podría entonces afirmar que existe un vino argentino para cada golosina nacional. Encontrar, entonces, esa pareja perfecta que ayude a sobrellevar el frío invierno se trata más de juego que de reglas, aventurarse a experimentar con los sentidos… y probar, probar y probar.

Ahora bien, por regla general, dulce con dulce van en sintonía. Y el universo de los vinos dulces es tan amplio como el de las golosinas: vinos cosecha tardía, dulce natural, fortificados, icewine, mistela, encabezado, passito (elaborados con uvas pasas), espumantes dulces, a los que se suman vinos cuyos aromas y gustos frutales recuerdan a mermeladas y confituras. Los vinos rosados, primeros en la lista para experimentar; el Merlot, entre los tintos, y el Chardonnay, entre los blancos, son variedades que se llevan muy bien con sabores dulces.

Dicho esto, es hora de adentrarse en combinaciones más audaces. El desafío es generar sensaciones inesperadas que sorprendan al paladar y resulten en una experiencia armoniosa. Algunas combinaciones incluyen golosinas con textura crocante y crujiente que se acompaña con vinos sedosos, untuosos y generan un contraste súper atractivo. Turrones, la clásica gallinita, confites, barritas de cereal, por un lado, y vino fortificado, por el otro, crearían el balance ideal. Probemos otro plan: golosinas “pastosas” pueden crear un genial contraste al combinarse con la chispeante sensación de las burbujas del espumante. Un ejemplo de este maridaje sería la conocida bananita bañada en chocolate o un bombón relleno de crema y como explosiva combinación salen con espumante rosé.

(Cho)combinaciones para todos los gustos

El chocolate es sin dudas el indiscutible rey de los dulces, del frío y de los pequeños grandes gustos que nos podemos dar en cualquier momento. Combinado con vino es un placer que hay que practicar tantas veces como sea posible, especialmente en invierno. Ambos productos son, además, liberadores de endorfinas, por lo que crean sensación de bienestar. ¿Hace falta alguna otra excusa para probarlos juntos?

Las formas en las que se presenta el chocolate son de lo más variadas. Aquí resumimos algunas de las más populares y una opción de vino para acompañarlas.

Chocolate blanco: los fundamentalistas del chocolate dirán que el chocolate blanco NO es chocolate… y tienen razón. Pero a los fines de crear deliciosas sensaciones, mucho no importa. El chocolate blanco está elaborado con manteca de cacao, leche y azúcar y es más dulce y cremoso que su par negro. Los vinos que van muy bien con el chocolate blanco son el Chardonnay (por su suave dulzura), vinos de uva Moscatel, moscatos y dulces naturales.

Chocolate con leche: el más consumido de los chocolates, da vida a todo tipo de golosinas. Además de los ya mencionados vinos dulces, este tipo de chocolate queda muy bien con vinos tintos jóvenes y ligeros como el Pinot Noir y el Merlot, o blancos como el Riesling.

Chocolate negro: dícese del chocolate que contiene al menos un 70% de cacao. Es considerado un súper alimento -y un súper amigo del vino. Para este tipo de chocolate, van vinos más “robustos”, con mucha personalidad y cuerpo. Nuestro emblema, el Malbec, es un gran candidato para el chocolate negro, como también lo es el Cabernet Sauvignon.

Chocolate con menta: Además de la propia composición del chocolate, el relleno también juega un papel importante a la hora de maridar. El tradicional medallón de menta y el Syrah parecen haber sido creados el uno para el otro. ¿Por qué? El Syrah suele tener notas especiadas, de chocolate y hasta mentoladas.

 

Hay golosinas para todos los gustos. Afortunadamente, también vinos. Nada mejor que el mes de la dulzura para darnos estos pequeños grandes gustos y endulzar el invierno.