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Salvemos a los pingüinos

Este es un reconocimiento al compañero fiel de las mesas argentinas. El pingüinito del vino ha marcado presencia desde la época de nuestros abuelos y volvió para quedarse en los bares de moda. Cada vez con más simpatizantes, el pingüino es un objeto vintage, un ícono pop y un diseño 100% argento que volvió para quedarse y ponerle toda la onda a nuestras mesas. Aquí te contamos su historia.

El origen de esta pintoresca jarra es ampliamente discutido. Algunos aseguran que se eligió este diseño porque el pingüino se parece al mozo, con su traje y su postura elegante. Otros aseguran que vino con los inmigrantes italianos en la década del ´30 para cubrir una necesidad en el servicio del vino.

Antes de que en Argentina se sancionara la Ley de Envasado en Origen -que estableció que el vino debía fraccionarse en la zona de producción-, el vino llegaba a los centros de consumo en grandes recipientes de 200, 20 o 5 litros a los restaurantes, cantinas o bares. Era el comerciante el responsable de fraccionar la bebida en envases de un litro o menos para su venta y consumo. Fran González Antivilo cuenta en su blog que “previo al pingüino se utilizaban unas jarras con una manija de mimbre, pero en algún punto (incierto) esta figura convertida en jarra de vino se popularizó y comenzó a utilizarse masivamente tanto en los negocios como en las mesas familiares  en las que fue tuvo su auge entre los años 50 y 70 del siglo pasado”.

Jarras con otras formas y otros animales no han tenido el éxito del pingüino. Patos, elefantes, perros y hasta cupidos pasaron sin gloria. Hoy, querido pingüino se reinventó y hay nuevos diseños, de diferente capacidad. Si todavía no tenés el tuyo, apurate y adoptá un pingüino.